Por
Edith Barrera Chavira
El aprendizaje adquirido por un sujeto bio-psico-social, inmerso en una realidad concreta y con experiencias que ha sumado a su concepción de vida, le permite construir y deconstruir conocimiento. Lo hace un sujeto único y por lo tanto su visión del mundo está en relación a sus valores, creencias, experiencias y conocimientos. Los planteamientos realizados por los diversos autores en este texto, permiten identificar la complejidad de medir el aprendizaje de los alumnos cuando comprendemos la diversidad en la que se adquiere y procesa el conocimiento. No sólo es la escuela, el espacio de aprendizaje, es el mundo, son los millones de seres humanos que lo habitamos y también las instancias mediáticas que lo proporcionan. El alumno lo procesa y lo hace suyo, siempre y cuando no atente contra la sobrevivencia del desarrollo de la estructura de sí mismo. (Carl Rogers) A través del tiempo, el aprendizaje se ha medido con base a instrumentos y contenidos específicos de un plan de estudios que representan la información que el alumno deberá tener al finalizar su proceso formativo. Estos instrumentos hasta la fecha no han podido medir a un alumno holístico, o sea un individuo que procesa varios elementos simultáneamente para organizarlos en una unidad compleja. Por ello, el enfoque de competencias ha tomado un papel relevante en los procesos de evaluación, ya que estos, movilizan saberes y esquemas de aprendizaje que llevan implícitos diversos procesos de aprenhensión del conocimiento, en donde interactúan los cuatro pilares del saber conocer, hacer, ser y convivir y sobre todo de la construcción del conocimiento. El aprendizaje por lo tanto no es algo trivial, es un proceso complejo individual y social y no puede ser medido con preguntas con contenidos cualesquiera y mucho menos, si éste no es significativo y transforma de manera crítica una realidad.
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